Las manos de Rosa Rosero no paran de moverse. Toma una zanahoria y la corta en pedazos. Habla poco y con su diestra maneja hábilmente el cuchillo. En sus movimientos hay cierto apuro porque, en minutos, llegarán sus compañeros. No es para menos, es hora de comer.
Junto a ella están otras madres de familia. Tatiana Meneses, Élida Silva y Rosa Chango. Las cuatro estaban a cargo de preparar el desayuno, el almuerzo y la merienda para las 120 personas de la parroquia Bilbao (cantón Penipe, provincia de Chimborazo). Todos, por la reactivación del volcán, llegaron a la parroquia Cotaló, en la provincia de Tungurahua.
Los pobladores dejaron sus tierras, casas y animales. La erupción del volcán destruyó todas sus pertenencias. El pasado viernes, cuando empezó el proceso eruptivo, cuenta Rosa, tomó a su hijo de 15 años y salió sin rumbo: “No sabíamos dónde ir, estábamos asustados. Nuestras vaquitas se quedaron y están sin comer”.
A las 12:30, el arroz está casi listo y la sopa de nabo con papas está a pocos segundos de su punto de ebullición.
Las pequeñas, de entre 8 y 12 años, ordenan los platos. La incomodidad de la noche anterior, al dormir fuera de su casa, no les importa. Con sus botas de caucho y sus camisetas y pantaloncitos rotos, deteriorados por el tiempo, ayudan en la emergencia. Los más jóvenes acomodan siete mesas de madera, que el párroco del lugar entregó a los albergados.
El antiguo centro de Salud, construido en 1957, se convirtió en la cocina y el comedor. Este albergue es el más grande instalado para recibir a los pobladores de Penipe. En el interior, en una suerte de sala a medio construir, se guardan los alimentos que recibieron para pasar, por lo menos, los primeros cuatro días de la emergencia.
Hasta el domingo no tenían qué comer, pero con la ayuda de familias de cantones vecinos y organizaciones no gubernamentales recibieron arroz, cebolla, carne…
Rosario Torres es la encargada de recibir los alimentos: “Lo que necesitamos ahora es aceite y azúcar y otros productos no perecibles”. Tampoco tienen útiles de aseo: jabón, crema dental, cepillos, detergente. Hasta el momento el Gobierno ha entregado únicamente 120 bidones de agua.
A las 13:00, la frase “Es hora de comer” se riega entre la gente. Primero ingresan los niños, que llevan en sus cuellos mascarillas sucias por la ceniza que cayó en los dos días anteriores; luego, los ancianos y después mujeres con hijos. La sala se llena en menos de cinco minutos. Quienes no tienen una mesa se ubican en el patio.
Cornelia Rosero camina despacio y se acerca al comedor. A sus 50 años no es la primera vez que deja la casa donde vivió toda su vida. En 1999, cuando se dio la primera gran erupción del Tungurahua, vivió tres meses en Riobamba. Los ojos se llenan de lágrimas, cuando recuerda a sus gallinas y a su pequeño perro que quedó en casa: “A esta edad no sé cómo volver a mi chocita, porque ni caminar puedo”. Con la venta de maíz ganaba unos 45 dólares, al mes, pero ahora no tiene ingresos.
Pero no sólo doña Cornelia se ve impedida de volver a su hogar. Isabel Quiroz, de 24 años, tampoco puede hacerlo. En los brazos lleva a Kevin, su hijo de un año. El pequeño está intranquilo a tal punto que no quiere ingerir la sopa: “Desde que llegamos acá está mal. Los médicos dicen que tiene una infección, me dieron unas pastillas, pero no le pasa”. La joven madre no tiene dinero para adquirir los medicamentos. Por ello, por la mañana acudió al centro de salud, pero las puertas estaban cerradas.
Su esposo regresó a Bilbao para recuperar algunas de sus pertenencias. Cuando salieron de la casa únicamente rescataron un par de pantalones y chompas. La noche del domingo recibieron ropa usada, la cual usaron hasta ayer.
Cuando la mayoría de albergados está por terminar el segundo plato, el arroz, un grupo de militares llega. De un vehículo salió el ministro de Defensa, Oswaldo Jarrín. No llevó nada, sólo ofrecimientos. La gente lo escucha y luego sigue con lo que estaba haciendo: terminar de comer. Hasta la merienda faltan de cuatro a cinco horas: mucho tiempo para que los adultos piensen en el futuro...